Un temblor amargo recorre el aire,
un escalofrío perenne
la noche crece implacable
el silencio es transparente
traspasando el agreste plenilunio
tus cuatro patas de ébano
cabalgan hasta la muerte.
Que rastro maldito te llevo al asfalto,
que imprevista presa cruzo tu camino,
que botín caprichoso te mostró la luna,
que terrible confianza te cegó el instinto
que requiebro fatal te cerro la huida,
que carrera canalla te arrojo al abismo.
La libertad te arrastro a un destino inevitable,
al zarpazo metálico que te arranco la vida,
tu mirada cómplice no alegrara mis ojos,
tu noble presencia, no llenara mis días,
ni velaran mis pasos tus pasos compañeros,
ni tus hermosos ojos despertaran envidias.
Estará tu trote alegre andando otros caminos,
Allí donde los perros patean las estrellas,
y escarban jardineras de huertas celestiales
esperando a que vaya a buscarlos su dueña.
luciérnagas de hierro
siguen atravesando el monte sin recato
Rugiendo en el ascenso los motores impotentes
Por el asfalto negro siguen reptando las luces,
en procesión los férreos penitentes
fragmentando la noche a intervalos,
negándole el silencio y la penumbra.
Contaminando la calma perfumada
la indescifrable secuencia de sonidos,
como una letanía de lamentos,
como una advertencia amarga
como una frontera larga, blanca y fosforescente
como un grito, que no detuvo tus pasos
como una oración obligada a repetirse eternamente.
Ya no estarás mas por las mañanas,
el amanecer te llevo lejos,
al lugar
donde corren sin cautela los conejos
a salvo de infranqueables carreteras
te imagino incansable
cruzando las anchuras,
subiendo laderas,
bajando cuestas,
trillando las distancias con tus patas,
pespunteando el horizonte con tu cuerpo,
partiendo el universo en dos mitades,
oteando el aire, siempre alerta,
escapando de tu propia libertad
volvías a vigilar mis pasos,
y de nuevo tus ojos azules escudriñando el aire
de nuevo tu pelo negro
zigzagueando entre los pinos,
removiendo las hierbas,
y el olor del romero impregnándote,
el olor del monte mordiéndote los flancos
dándote alas.
Te imagino pateando los charcos,
escarbando en la arcilla,
los días de lluvia eras del color de la tierra,
ocre, siena tostada, roja.
Te imagino
acarreando zapatillas y guantes,
enterrando en la jardinera
madelman decapitados
junto a un mendrugo.
Te imagino
Sentada en el borde de la alberca
dominando el camino
espectadora única del paso del tiempo
omnipotente en tu atalaya,
desafiando al calor
y al clamor de las chicharras
sobre la losa fresca
y a la hora de la siesta
buscando la penumbra de la casa
abandonándote a la indolencia
cansada, ajena, indiferente.
Te imagino
escapándote al anochecer,
volviendo a estremecer el crepúsculo
con tu trote,
merodeando expectante, ansiosa
rasgando las distancias verdes,
removiendo los perfumes acres ,
salpicando de temblores los silencios
con cada salto.
Invulnerable sometiendo a la noche
Diluyéndote etérea en la espesura
Dueña del tiempo y del espacio,
Bebiéndote la vida a grandes sorbos
Te imagino
Impalpable reclamando mí presencia,
Danzando en torno a mi agradecida,
Impaciente, apresurada
golpeándome los pies con el hocico
gesticulando incrédula
presumiendo el paseo,
amoldando tus pasos a mi ritmo
en el cenit de la tarde caminábamos juntas
los caminos vacíos,
en medio de los ladridos insultantes,
tu paso señorial e indiferente,
absorta , saboreando el momento
quizás con un asomo de desprecio
a las amenazas presas,
sabiéndote libre, única .
sabiéndonos libres, únicas,
solas, sin prisa.