domingo, 8 de noviembre de 2009

Te bebiste de un trago la sangre de mis hijos.

Te bebiste de un trago
la sangre de mis hijos.
Convertiste en carnaza
... sus cuerpos mutilados
Arrojaste aún calientes
... sus miembros a la plaza,
... a la arena infernal.
Quemados y rotos los rostros inocentes
Espectadores atónitos de su propia masacre.
Náufragos en sus despojos.
Autores póstumos de su hora más negra.
Y las bestias famélicas
... en la arena infernal,
pisoteando un crepúsculo
de ojos vidriosos.
Devorando las vidas preciosas.
Extendiendo la noche interminable.
incubando el germen del odio.

¿Qué precio le ponemos a las lágrimas?
¿De qué forma cuantifico el sufrimiento?
¿Cuánto valen los años no vividos
de los muertos?

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